Dos generaciones del baloncesto, padre e hijo, con uno de ellos siendo una auténtica leyenda viva del Real Madrid. Pasaron 4 décadas y aún hoy en día, los 65 puntos que anotó en la Liga siguen siendo inalcanzables.
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El mundo del baloncesto ha experimentado un cambio radical en las últimas décadas, transformándose en un negocio, una forma de entretenimiento y un deporte puro.
Muy pocos nombres de aquellos tiempos han perdurado de manera clara y nítida hasta nuestros días, pero uno de ellos es, indudablemente, el de Walter Szczerbiak.
Este alero estadounidense de origen ucraniano y un apellido difícil de pronunciar, llegó a Madrid en el verano de 1973 sin tener una clara idea de lo que le esperaba, con la desafiante misión de aportar un impulso adicional a un equipo ya dominante en la escena española y con el que conquistaría 3 Copas de Europa.
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Walter Robert Szczerbiak, conocido como “Wally” en su círculo familiar y deportivo, representaba una escuela de baloncesto diferente, y sus características diferían ligeramente de las de su famoso padre.
Si parafraseamos a la gran Larry Bird en su comparación con Dirk Nowitzki, podríamos decir que era más alto, más fuerte y más rápido, pero no necesariamente un jugador mejor.
La genética le ayudó a convertirse en un profesional de este deporte, podemos decir que nació predestinado a ello, con grandes habilidades físicas y técnicas que le permitieron destacar en un universo de alta competencia.
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