https://youtu.be/GRKIRE45JO0
Transcripción
Soy un completo nerd de la vida silvestre. Pero también soy tecnólogo de profesión, y tardé 20 años en descifrar cómo combinar y orientar ambas cosas hacia la conservación de la vida silvestre. Pero creo que por fin lo logré.
La tecnología ha avanzado mucho en ese tiempo en la producción de datos sobre nuestro planeta y sus otros habitantes no humanos.
Por ejemplo, hay un satélite en el espacio destinado a rastrear los movimientos de cientos de especies.
Podemos extraer muestras de ADN de los ríos, del suelo y del estiércol para identificar animales individuales. Y, ahora mismo, las ballenas y las focas llevan puestos sensores y recolectan datos oceánicos para nosotros.
Estos datos son muy valiosos para la ciencia de la protección del planeta. Pero creo que podrían ser aún más valiosos. ¿Qué tal si usamos esos datos para darles a los animales salvajes una única identidad digital que los humanos puedan reconocer?
Pero, ¿por qué lo haríamos? Casi todos tenemos una identidad digital que usamos para comunicarnos y socializar con los demás.
Pero Albert de Misuri, por ejemplo, no tiene manera de conectar con un orangután de Borneo. ¿Cómo podemos esperar que empatice con la protección del animal? Si queremos preservar toda la vida de la Tierra, necesitamos entablar relaciones con toda la vida de la Tierra. Y las relaciones se forjan al reconocer la identidad única de alguien.
Por lo que darle una a ese orangután podría crear un lazo con Albert que los ayude a ambos en el mundo real.
No es tan improbable como parece. La tecnología y la información para hacerlo ya existen. Pero no basta con crear las identidades.
Necesitan un lugar donde cobrar vida y donde los humanos las encuentren. Un lugar que cree una forma activa e inmersiva de mantener la participación.
Bueno, si las predicciones actuales se cumplen, la socialización, el trabajo y el ocio ocurrirán, en su mayoría, en videojuegos, espacios virtuales y sí, el metaverso. Y allí se contarán las historias y se entablarán relaciones.
Por cada avatar humano que interactúa o consume en estos espacios, hagamos uno también para Mweituria el elefante, Ataia el jaguar, Fio el orangután y cientos de miles más.
Y los sucesos de sus vidas, fundados en los datos, pueden ser recreados de forma digital, como el estado de salud de Fio, la migración de Mweituria, un nuevo cachorro de Ataia.
Y estos sucesos, así como otros, crean los momentos para que las personas tengan el espacio para sentirse conectados emocionalmente. No porque de repente se quieran sentir así, sino porque ahora tendrán un acceso que nunca antes tuvieron.
Algunos usarán ese espacio para conectarse directamente con investigadores de orangutanes de Borneo. Otros identificarán nuevos patrones en los movimientos de los elefantes.
Algunos aprenderán sobre deforestación al verla con sus propios ojos. Y monetizaremos este sector próximo a valer un billón de dólares para ayudar a financiar más ciencia y protección de hábitats, lo que significa que los mundos virtuales pueden beneficiar al mundo real, en vez de estar desconectados de él.
Y hemos estado experimentando con esta idea, usando los datos reales de animales como Fio y otros.
Y descubrimos que, a pesar de que nuestro plan tardará muchos años en llevarse a cabo, las plataformas para hacerlo realidad ya existen.
En el Flight Simulator de Microsoft hay dos billones de los árboles del mundo. Podría incluir toda la vida silvestre del planeta.
Hace poco, Adidas sumó cinco animales rastreados por GPS como atletas en su aplicación para ejercitarse a fin de que los usuarios compitan contra ellos.
Podría sumar miles más. Y, poco tiempo atrás, Fortnite organizó un concierto virtual… con Travis Scott. Transportaron a más de 27 millones de sus usuarios a un mundo ficticio para que presencien ese concierto.
Organicemos el próximo en la selva amazónica. Imaginen que Ataia el jaguar aparezca durante el concierto.
Pero admitiré que me preocupa que parte de lo que propongo pueda distanciar aún más a las personas del mundo natural. Si por mí fuera, pasaría a buscar a todos, y los llevaría a Borneo para que pasen una hora con Fio.
Pero el mundo natural de Fio se está muriendo frente a nuestros ojos.
Necesitamos un cambio radical en cómo entablamos relaciones con otras especies. Si no, sí, los próximos 100 años de conservación de vida silvestre seguirá siendo una ardua batalla perdida.
Solo es cuestión de tiempo para que una versión del metaverso cambie cómo usamos nuestro tiempo y cómo nos relacionamos entre nosotros.
Y sin importar cómo se sientan al respecto, debemos garantizar que Mweituria, Ataia, Fio y millones de animales más estén incluidos, sean partícipes y se beneficien. Y no sean ignorados. Gracias.