¿Puede el arte cambiar el mundo?

Esta charla TED fue presentada por JR y trata sobre cómo el arte puede cambiar la forma en que vemos el mundo y las personas que lo habitan.

JR cree que el arte puede cambiar la forma en que vemos el mundo y las personas que lo habitan. Él comparte su trabajo en todo el mundo, desde enormes retratos en blanco y negro que se pegan en superficies que van desde el Louvre hasta el muro fronterizo entre Estados Unidos y México.

Transcripción

Guau, guau. Gente. En realidad, me encanta la gente porque mi trabajo es sobre la gente. En realidad, es sobre unir a la gente. Soy un artista. O hasta que encuentre un trabajo de verdad, pero parece que ya es en serio. (Risas) Pero también me gustan los muros. Y sé que se supone que los muros nos dividen, pero creo que encontré una manera de usar los muros para unirnos. Y lo he intentado en diferentes sitios.

Esto fue en Israel y Palestina hace 15 años, donde, con mi amigo Marco, tomé fotos a israelíes y palestinos haciendo el mismo trabajo y luego las pegué en la zona israelí y en la zona palestina y la gente no reconocía quién era quién. Esto fue en las favelas de Brasil.

Rostros de mujeres en las colinas de la comunidad. (Aplausos) Quienes suelen sufrir la mayor violencia que ocurre ahí. Este es un museo local en Paris que se llama el Louvre. No sé si han oído hablar de él, pero pensé que se merecía un reconocimiento. Y con 400 personas, papel y pegamento, empapelamos la plaza entera para hacer la pirámide diez veces mayor. Esto es en la frontera entre México y EE. UU. Gracias. (Aplausos y vítores)

Quiquito, el niño, tiene un año, y vive en la pequeña casa que se ve en la esquina superior izquierda. Me pregunto, con esa edad, ¿cuál será su perspectiva del muro? Cuando trabajo en un proyecto me pregunto: ¿Puede el arte cambiar el mundo? Y nunca sé en realidad cómo empieza un proyecto. Hace unos años, preparaba el desayuno cuando un amigo me llamó por teléfono.

Mi amigo Saúl dijo: “JR, a ti te gustan los muros. ¿Y si haces algo en una prisión?”. Yo le contesté algo como: “Ya sabes, por mí lo haría, pero requiere mucho papeleo administrativo y burocrático. Y me han arrestado 15 veces, no me querrían ahí“. Y él me dijo: “Lo sé, hermano, pero te gustan tanto los muros que harías algo genial. Si pudieras, ¿qué harías?”.

Y me dije a mí mismo: “¿Sabes qué?“. “Tengo una idea”. Si quiero terminar mis huevos pochados y mi tostada antes de que se enfríe, debo deshacerme de él. Entonces le dije: “¿Sabes qué?, cubriría toda la prisión”. Contestó: “Guau, es increíble”. Colgó el teléfono, y pensé que no sabría de él en décadas. Llama a su amigo Scott que contesta: “¿Qué pasa?“. Y Saúl dice: “JR hará un proyecto en una prisión”. Scott dice: “Genial, llamaré al gobernador”.

Cuelga y llama al gobernador. El gobernador pregunta: “¿Quién es ese JR?”. “Trabaja en blanco y negro, toma fotos a la gente y graba sus historias”. “Lo siento, nunca he oído de él”. “Sí, tiene murales muy grandes”. Y el gobernador dice: “Un momento. Antes de ser gobernador salí en un mural. Había 1300 personas, cada una grabó su historia y yo era una de ellas. ¿Es el mismo artista?”. Scott dice: “Sí, el mismo”. “Denle acceso libre a todas las prisiones de California”. (Risas y aplausos)

Me regresan la llamada. Me pongo a buscar en Google Earth y hay 35 prisiones. Las estoy viendo, pensando que, primero que nada, yo soy de empapelar. Necesito una superficie adecuada. Así que esta no funciona, esta tampoco, esta tampoco. Este patio es de arena y césped. No sirve. No sé nada sobre prisiones.

Hasta que veo esta y pienso: “Espera, ¿puedo acercar la imagen? Bueno, este patio en el centro parece ser de cemento. Me sirve para trabajar”. “Bueno, JR, esa es una prisión de máxima seguridad”. Se llama Tehachapi y es de las cinco prisiones más violentas que hay.

Así que pensé: “Esa será“, y fuimos al día siguiente. Llegamos, y por supuesto, no es fácil entrar. Hay cercas eléctricas, muros.

Luego más muros y más gente revisando las identificaciones. Por fin llego al patio. Había un tipo como de la armada, con chaleco antibalas, muy armado, que dice: “Bueno, esto será muy sencillo. Hay gente esperándole en el gimnasio, reunimos a algunos reclusos.

No se puede acercar a ellos, no los puede tocar. Puede sentarse en la silla que dispusimos para Ud., y tendremos el área del gimnasio rodeada”. Suena divertido. Entré a la habitación, y no sé Uds., pero al menos en Francia, le damos la mano a la gente, ¿saben? Así que les di la mano: “Hola, ¿qué tal? Soy JR, ¿y tú?”. Recorrí toda la mesa y me senté. Y hablé con ellos. Muchos llevaban ahí desde la adolescencia, algunos incluso desde los 13 años.

Nunca había visto nada como eso. Así que les hablé sobre mi arte y sobre mi idea. Y me hicieron una pregunta: “Pero ¿cuál es el propósito de su arte?”.

Bueno, es una buena pregunta. No sé si puedo responderla antes de intentar un proyecto. Así que les expliqué mi idea y dije: “Antes de hacer cualquier cosa, quiero que sepan algo, que si hay alguien aquí ahora que, al participar en el proyecto, puede ofender a alguna de sus víctimas, entonces mejor que lo deje. Voy a darles mucha publicidad, así que si es su caso, no participen en el proyecto”.

Seis o siente personas se levantaron y salieron. Bueno, continuamos y empecé a fotografiarlos. Es algo muy sencillo, una pequeña parte del proceso. En realidad, no soy fotógrafo. Es solo algo que uso que me permite conocerlos y hablar con ellos. Y todos empezaron a contarme su historia. Dónde crecieron, de dónde eran, cuántos años llevaban en la prisión, para algunos eran décadas.

La cuestión es que les dije: “Miren, una foto no es nada. Necesito que vayan al otro cuarto. Voy a dejar un micrófono ahí. Y quiero que graben su historia desde el principio. Quiero entenderla, tienen que contarla como si lanzaran una botella al océano.

Quiero entender de dónde vienen. Y además qué les hizo cometer el crimen que les llevó a prisión. Y si han cambiado, expliquen cómo y por qué“. Y todos lo hicieron.

Algunos se tomaron 10 minutos, otros 20 o 30. Algunos lloraron ahí dentro. Luego fui a mi estudio, y lo que hacemos es imprimir tiras de papel, como un rompecabezas gigante, que tenemos que encajar. Tan solo se trata de papel y pegamento. Les asignamos un número y regresamos al lugar.

Convocamos a todo el mundo en el patio y empezamos a pegar papeles. Todos participaron, de todas las pandillas y razas. La cuestión es que se trata de una prisión de máxima seguridad. Y los guardias decían: “Mira, nos gusta lo que haces con tu papel y tus cosas, pero vamos a contar cada cosa que traigas, y revisaremos que salgas con lo mismo.

Así que cada hora, vamos a detener el proyecto para revisar que no falten ni unas tijeras, un pincel, un balde o lo que sea”.

Así que seguimos ese proceso, y yo había calculado que en dos o tres días habríamos pegado todo. Pero ellos tenían tanta motivación, que en dos o tres horas quedó listo.

Así que dije: “Esperen, alto. Los van a llevar a sus celdas, pero denme un segundo. Voy a intentar que algunos guardias nos ayuden”. Y me miraban como: “Nos gusta el utopismo y eso, pero hasta aquí hemos llegado”. “No, denme un segundo”. Y fui preguntando a los guardias si querían participar. Hubo cincuenta “No” y un “Sí“. Dije: “Genial, venga conmigo, que le van a enseñar cómo hacerlo”. Luego se unió otro guardia y luego otro. Y fue cuando los verdaderos muros se vinieron abajo, porque no había comunicación entre los guardias y los reclusos. (Aplausos)

Y ¿saben una cosa? Desde el nivel del suelo, era tan grande que no lo podíamos ver. Necesitábamos un dron. Pero recuerden que era una prisión de máxima seguridad. Es una geovalla. (Risas) Así que trajimos un dron, ellos nunca habían visto uno, y les emocionaba más que el propio proyecto. (Risas)

Yo estaba aterrado, pensando: “Espero que hayamos unido bien las piezas. Porque si no, se verá muy feo desde ahí arriba”. Así se veía desde arriba. Así se veía. (Aplausos y vítores) Gracias.

El patio entero y todos sus rostros. Y al acercar la imagen se ven las mesas para comer, como pueden ver parece un hoyo, pero es solo una ilusión. Y se ve a la gente caminando por encima. Lo más interesante de todo esto, es que, por ese permiso que tenía en particular, literalmente entré sin ser registrado y llevaba mi teléfono. Así que empecé a grabar y a publicar en redes sociales. Este tipo me enseñó sus tatuajes el primer día.

Y esa tarde, al hablar con su familia, le dijeron: “Te vimos en el Instagram de JR. Es increíble que podamos ver lo que hacen ahí“. Estaba tan orgulloso que después me dijo: “JR, ¿podría mostrar mis diplomas?”. Empezaron a notar el impacto de tener contacto con el exterior. Luego apareció este tipo.

Se llama Kevin. Cuando lo vi, la verdad es que me sorprendí. Nunca volveré a tener la oportunidad de preguntar, o eso espero, por qué alguien tiene una maldita esvástica en la cara. (Risas) Se lo pregunté y solo dijo: “Ah, ¿esto?”. Como si no lo recordara. “Fue un tema de pandillas, cuando entré en prisión. Pero ahora, si pudiera, me la quitaría”. Le dije: “Bueno, ¿te importa si tomo una foto y la comparto?”. Me dijo que sí, y la compartí. Como podrán imaginarse, en las redes, mucha gente estaba tan sorprendida y ofendida como yo.

Pero muchos otros dijeron: “Qué raro. No cuadra con la belleza de sus ojos y la humanidad que aparenta”. Así que volví y le dije: “Mira, Kevin, hay algo llamado ‘redes sociales’. Sé que llevas mucho tiempo aquí y no lo sabías, pero hay gente opinando.

Te leeré los comentarios porque creo que deberías responder”. Así que empezamos a hablar y grabé muchos, muchos videos, haciéndole bastantes preguntas que él respondía, profundizando más y más. Con esto, se formó un grupo de gente que decía: “Quitémosle ese tatuaje de la cara”.

Pero no revelamos la imagen que Uds. vieron desde el principio, pues no quería mostrarla al mundo así sin más. Solo los reclusos y yo la habíamos visto. Hicimos una aplicación donde uno puede entrar, de manera gratuita, y escuchar la historia de cada persona al seleccionar su rostro, hasta donde quieran contar. (Aplausos)

Y vi los resultados, había gente contando que escucharon las historias, como en un podcast. Pero yo me preguntaba qué sentirían ellos, quería saber qué opinaban.

Así que pedí un permiso para regresar a la prisión. Esta vez pedí que me dejaran trabajar en más muros, con otra idea.

Entonces, regresé y empecé a trabajar en los muros, pero en realidad era una excusa para poder hablar con ellos. Y pregunté: “¿Qué pasó, chicos?”. Y dijeron: “¿De qué hablas?“. Y yo dije: “Yo estaba afuera, y no podía comunicarme. ¿Cuál fue el impacto aquí?”. “Ah, el impacto aquí fue muy sencillo. Voy a hablar por mí, pero mi hija nunca me había visitado en 14 años. Y desde que, sentada en su habitación, escuchó mi grabación, viene a verme cada semana”. “Puedes preguntarle a quien sea aquí, y contarán la misma historia”.
(Aplausos)

Y me contó que algo más había sucedido. “Los guardias empezaron a escuchar nuestras historias. Y ahora nos tratan diferente”. Luego empezamos a ver cómo los muros iban desapareciendo.

Y dejé un pequeño recuerdo en ese patio. Les dije: “Déjenme deshacerme de un muro más antes de irme”. Así que pegamos las montañas que están detrás del muro en el muro. Y, de hecho, ahí sigue. (Aplausos) Sigue en una de nivel cuatro, que es una prisión de máxima seguridad.

Y me dijeron que en el invierno se cubre de nieve, entonces no se nota la diferencia entre la vista real y el muro. Kevin seguía en prisión, así que lo visité de nuevo. Y algo había cambiado en él. Estaba ayudando a otros, y se notaba que prácticamente no recordaba su tatuaje, aunque todavía lo tuviera, porque en la prisión no te lo pueden quitar.

Así que le compré un libro, y le dije: “Mira, la portada tiene una esvástica, y pensé que te gustaría”. Y se rio. Pero le dije: “No, en serio, el autor, Art Spiegelman, es un amigo y cuenta la historia de su familia durante el Holocausto”. Esa noche leyó el libro. Y le conmovió mucho.

Llamó a su madre y le dijo: “Mamá, un francés me trajo un libro que habla sobre el Holocausto”. Y ella le dijo: “Eres un idiota. Tu familia era de Polonia. Ellos escondían judíos. Murieron en Auschwitz por protegerlos. ¿Y tú llegas a prisión y te haces eso en la cara?”. Él estaba conmocionado.

Un par de años después, que en realidad fue hace unos meses, salió en libertad. Él y muchos otros del proyecto, o casi todos, fueron trasladados a una prisión de menor seguridad, y un tercio de ellos salieron por sus buenas notas y por reseñas de los guardias después del proyecto.

Y cuando Kevin salió, lo primero que hizo fue subir a la cima de la colina que había visto por 17 años, para mirar la prisión en la que había estado. Y lo segundo, como le había prometido, lo llevé con una doctora para que le quitaran el tatuaje.

Le hicieron la sesión con láser, que duele mucho. Y al terminar, la doctora apagó el láser y le dijo: “Bueno, qué mejor que una judía para quitarle su esvástica”. (Risas y aplausos) Así se ve ahora. (Aplausos y vítores) De verdad intentamos que viniera hoy.

Pero el supervisor de su libertad condicional, nos dijo: “JR, está pidiendo mucho. No lo va a llevar a Canadá. Lo siento”. Pero sabe que vine a hablar de él.

Quiero usar el arte como un puente para que la gente hable entre sí. No soy un activista, solo un artista. No trato de decirle a la gente qué pensar. solo trato de hacerles pensar. Y de verdad creo que el arte, para mí, es algo que está en proceso.

Eso es lo que importa. Y después de este proyecto, después de todo lo que les mostré, lo que les sorprendió, lo que más los marcó, fue que los estrechara la mano. Y al final, incluso me pidieron un abrazo. Ahora recuerdo su primera pregunta, que fue: “¿Cuál es el propósito de su arte?”.

Bueno, el arte cambia muchas cosas, pero ¿puede cambiar el mundo? O ¿puede cambiar a una persona? Antes de responder a esa pregunta, piensen si han cambiado en algún momento de sus vidas. Si lo han hecho, ¿por qué no podrían ellos? Gracias. (Aplausos y vítores) Helen Walters: Es increíble, tú eres increíble.

Además acabas de regresar de Ucrania, y querría mostrar otro de tus trabajos. JR: Ah sí, eso fue en Ucrania. La ciudad más grande al oeste del país, se llama Leópolis. Y un amigo mío tomó esa foto en la frontera, me la mandó y la imprimí con un tamaño de 45 metros.

La enrollamos como una alfombra y atravesamos a pie la frontera con ella. En realidad es muy fácil entrar caminando a Ucrania.

En la frontera nos pusieron el sello sin más preguntas. Y como había conocido gente por Instagram, pasaron a recogerme en su auto. Y luego reunimos a cientos de personas.

Queríamos que los aviones de Putin vieran a quién le disparaban. (Aplausos) La niña está a salvo. Cuando le tomaron la foto estaba saliendo del país.

Ahora está en Varsovia y está bien. Y desde entonces estamos haciendo circular esa imagen por Europa.

Durante estos cuatro días de conferencias TED, la imagen ha estado en Berlín, en Düsseldorf y en Venecia esta mañana. Y continuará viajando, y cada vez, en cada lugar, mucha gente se reúne y despliega la imagen. HW: Es increíble, JR. Gracias. JR: A Uds.

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